Honor llevamos en la sangre
Ya no tenemos ni Cielo encima ni Infiernos debajo, se ha hecho una limpieza profunda de muchas cosas que nos impusieron durante milenios. Fin a la reencarnación obligatoria, ¡el túnel de luz! Todo aquel montaje tecnológico que nos hacían creer que era natural, que lo había hecho Dios.
Ahora toca completar la limpieza superficial, colocar y ordenar cada cosa en su sitio. Todo va a quedar requetebién.
Algún día, dentro de unos años, a todos, a toda la humanidad le llegará La Claridad. De una manera extraña al principio, e innegable años después. Después... Dios dirá.
Tonterías las justas y el chocolate con churros hasta que lleguen esos eventos. El dinero, nunca olviden esto, es la soga con la que nos han tenido atados como si fuésemos ganado doméstico y las continuas guerras para la extracción de almas de este mundo han sido provocadas; ya se darán cuenta por sí mismos.
Estamos en el Año 1 del resto de nuestras vidas, ¿me sigue?
Miren hacia delante, un mundo con miles y miles de millones de terrícolas, plenamente humanos, llevándose bien. Podemos dejarles un planeta maravilloso a los descendientes. No es un problema de tecnología si no de sabiduría. La sabiduría es Celeste y estamos ya en la Era de Acuario, no les faltará lo necesario. Tal vez así lleguen a descubrir que este mundo es resumen y gloria de esta galaxia. Ese famoso “cometa” ATLAS que va hacia el planeta Marte es otra indicación de que nos queda mucho por aprender.
Una tremenda cantidad de seres acuáticos y terrestres, vegetales y animales, y nosotros: los humanos, acreción y resumen de docenas de razas galácticas que vinieron aquí, en su mayoría como refugiados de los conflictos estelares. Negros, rojos, amarillos y blancos, cada uno de una procedencia diferente, de distinta constelación para que lo entendamos, y que en este globo terrestre se asimilaron con el paso de los siglos. Ahora sí podemos decir que La Tierra es nuestra madre y que todos somos hermanos.
¿Machismo? ¿Racismo? ¿Supremacismo? Todo eso vino de fuera, ya se irán ustedes dando cuenta. El residuo terrícola, humanoide, es tremendamente amoroso, acogedor, hospitalario, y lo llevamos en nuestro ADN y en la sangre. No necesitamos fingir entre nosotros para darnos unos buenos abrazos y achuchones, y palmadas sonoras en la espalda, somos así. Los españoles, como cualquier otro pueblo de este mundo, no vamos a bajar la cabeza ante ningún ser extraordinario, estelar, pues tenemos Honor, que de Dios viene y tan solo a El se ha de dar.