Mirar sin ver y así entender
Hola amigos, de nuevo con otra jubilosa charlita.
¡Qué suaves andamos estos días!, ¿verdad?
Yo estoy limpiando las bombillas de casa, pero por dentro. No termino de ver claro lo que está ocurriendo.
Voy a hacer un ejercicio de absoluta futilidad.
¿Querrían ustedes ver sin mirar con los ojos?
Unos segundos nada más.
Podrían, tal vez, ver el campo de los números imaginarios utilizando su imaginación.
No les hablo de fantasía y ciencia ficción.
Les pregunto, a ver si ustedes saben: ¿porqué existimos a la vez los seres de carne y los “transparentes”? Los de con cerebro y los de sin él.
Los que se enteran de lo que hay en su cerebro interior y los que no; a los carnales me refiero.
Los “transparentes” que se mueven con los platos superiores, y los que lo hacen con los platos inferiores plenamente sumidos en la vieja Matriz 3D, y así no perciben más allá de los sentidos corporales.
Estoy como un oso: que cuando hinca el diente en algo no lo suelta fácilmente, pues asimilar que también podemos ser seres incorpóreos, imaginarios, nos parece a todos un hueso muy duro de roer.
Cuando nuestro mundo se ha vuelto tan artificial, tan de aire acondicionado, tan... esterilizado, interconectado con todas las cosas, de casa, del trabajo, de la calle...; los seres humanos parecemos chavales con su cuarto lleno de cachivaches y juguetes electrónicos.
¡Juegos de ordenador! Eso mola.
Pero es que lo único “natural” que nos queda a mano son nuestros animales de compañía...
¿Cuánto hay de artificial en nuestra vida diaria? ¿Y cuánto habrá en la futura?.
Les pongo un ejemplo de libro: desde hace años se intenta vender unas máquinas que reproducen alimentos: filetes de pollo o ternera, zanahorias, cosas así. Pero el caso es que lo que logran son productos cancerígenos, pues funcionan en tres dimensiones; son pura vieja Matriz 3D.
Para replicar alimentos orgánicos han de comenzar a fabricar máquinas que utilicen la geometría en cinco dimensiones, 5D.
¡Sí! Y hasta que no lo consigan seguiremos con las zanahorias de toda la vida. Yo por lo menos. Y las lentejas, claro...
Y seguiré dándole vueltas a este asunto espiritual como un perro que se quiere morder el rabo: ¿es necesario ser incorpóreo, imaginario, para alcanzar la inmortalidad del yo?. Pues de modo carnal duramos lo que duramos, que suele ser poco.
Siempre estamos con el temor a la pérdida de la individualidad, y no pasamos de rascar la piel de este asunto.
¿Usted qué opina al respecto?
Hasta la próxima amigos.