Desesperante
Uno de los problemas severos que me he encontrado en estos últimos años es que cuando necesito a alguien con dos dedos de frente no lo encuentro por ningún lado. Es desesperante.
Podría ser que los consejos que doy gratis me están resultando caros, pero es que me gusta contar cosas, escribirlas y publicarlas.
De chico, recuerdo, me reía de las niñas que se creían el cuento de una chica que no era capaz de distinguir un lobo de su abuela. Ahora son sus nietas las que se ríen de mí; eres más corto de entendederas que un tiesto con geranios, es de lo más suave que me sueltan. Da igual que te pongan en la terraza de un quinto piso... ¡no te enteras de nada! Así opinan de mi.
Da igual lo que uno diga o escriba, la gente no lee ni escucha. Solo quieren diversión, que les alegres la vista, aunque sea con una arpía.
Según me han contado: en tiempos antiguos, antediluvianos, existió un culto que hoy día nos resulta chocante: Ver este mundo como un árbol inmenso, sus raíces estarían donde nosotros consideramos su centro, y en su copa, por las hojas mas altas caminarían los seres humanos.
Hoy día, y por influencias foráneas, podríamos ver este mundo como un pilar, un rascacielos, en vez del árbol y por puesto los seres humanos caminamos por el piso más alto. Nos hemos desconectado demasiado del planeta, de su naturaleza, vivimos en ciudades, tecnificados, y es por eso esta visión arquitectónica.
Si lo vemos como esfera, en una dimensión impar, sería lo mismo. El caso sería tener conciencia de esta gran obra de Dios, para nuestro buen uso y disfrute. Podemos viajar de un lugar a otro del globo o subir y bajar de piso, ahora La Tierra es un planeta abierto a los viajes y los viajeros, pero siempre deberemos guiarnos por el buen juicio y estar agradecidos.
Nosotros no hemos creado nada, así pues no destruyamos y seamos amorosos que esto es lo natural de nuestro alma; lo contrario es desesperante.