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Camino de Santiago, Jacobeo 1999, parte final

 


Por finalizar mis fotos de recuerdo del Jacobeo 1999 subo alguna que conservo. De Puerto Marín a Palas no debí de hacer ninguna y sí recuerdo que llegué por los pelos a pillar litera en el albergue de la Xunta en Palas de Rei. Había parado a desayunar en el bar Plaza de Ventas de Narón y a comer en la Taberna de Mari Luz, en Ligonde, y en la parroquia de San Juan en Furelos. Y finalmente a sellar la credencial en la parroquia de San Tirso de Palas de Rei

Todo estaba lleno hasta la bandera, sobre todo el albergue de la Xunta, pero me gustó la villa, y todas las veces que he vuelto. De madrugada, antes de amanecer ya salimos a caminar toda la jarca peregrina, camino de Arzúa.


Una bonita ermita en Leboreiro, y pararía a tomar un café en algún sitio abierto.


Era temprano cuando llegué a Melide para tomar media tabla de pulpo así que continué caminando. Eso sí paré en San Pedro y Santa María de la Villa a ver un precioso icono ortodoxo, custodiado por un ángel.

Queda una buena tirada hasta Arzúa.



Hay un tramo muy bonito hasta llegar a la parroquia de Santiago de Boente. Iba con unos peregrinos brasileños que portaban unas ramas de romero, al entrar en el templo las mojaron en la pila bautismal y me rociaron de pies a cabeza.

Me quedé algún minuto sentado en un banco, intentando hacer esta foto, y al tiempo llegó el párroco para sellarme la credencial. Al verme chorreando le tuve que contar lo de los brasileños. Se rio a carcajadas, y como no pasaba nadie más aceptó salir a tomar una cerveza conmigo, en el bar de enfrente. Hoy día es también albergue. Cada vez que he pasado por allí he parado y buscado al cura y le he recordado la anécdota, tomando unas estrellas eso sí...


De Arzúa solo recuerdo que estaba todo a tope y dormí en un piso de una casa particular. Sellé en la parroquia de Santiago y cené opíparamente.

Estamos en Galicia, en pleno Jacobeo, y aunque ya es octubre está todo a rebosar.


Una buena etapa por delante pues no paré en Arca-Pedrouzo, sino que continué hasta llegar al albergue del Monte del Gozo. Hay cosas que ya no existen, como esta panera sobre el camino. Pena de lo caras que salían por entonces las diapositivas.


Hay rincones muy emotivos, donde he parado un buen rato cada que vez que he ido. Y este es uno de ellos.



La bella y la bestia. Una encantadora peregrina madrileña, con la que venía coincidiendo desde Navarrete, y una "cosa rara" que habían puesto cerca del aeropuerto de Labacolla.


Y al fin el Monte del Gozo. Paré en el albergue de la Xunta y aproveché para meter todo en la lavadora, y casi que yo también. Cené con unos compañeros en un mesón cercano a las instalaciones y pronto para la camita. Había que madrugar al día siguiente.


El 6 de octubre entraba con unos compañeros en la catedral de Santiago. Sí, me afeitaré, cuando vuelva a casa. Ya se sabe, misa de peregrinos, con botafumeiro y todo eso y después corriendo a buscar un sitio donde pernoctar.

Como ya conocía Compostela de años atrás encontré sitio en el Airas Nunes, y después disfrutar de la ciudad. Muchos recuerdos ya tenía de la ciudad y otros muchos añadí.



Por la noche encontré unos cuantos compañeros, logré que me hicieran caso y me los llevé a cenar a un sitio conocido. Españoles, franceses, holandeses, un colombiano, brasileños, una australiana y una alemana, un irlandés... ¡Qué maravilloso fue el Jacobeo 1999!

Después me los llevé a tomar copas a la Casa das Crechas y después a un local en la plaza de la Quintana de los Vivos. Llegué al hotel casi lo justo para darme una ducha y hacer la mochila, queda lejos la estación del ferrocarril y tenía que volver a casa. Al día siguiente a trabajar.

Después vendrían otros Caminos de Santiago, pero este fue especial y en él me basé, especialmente al escribir mi Camino de las Luciérnagas.


Camino de Santiago, Jacobeo 1999, sexta parte

 


Continúo mi peregrinar por viejas diapositivas escaneadas y tras una noche diluvial partimos con la primera claridad hacia el Alto de San Roque. La lluvia nos acompaña a ratos, y sobretodo el viento.


Un compañero me hace la típica foto al pie de la estatua de San Roque. Años después unos vándalos rompieron el bordón y me parece que no se ha podido recuperar la parte superior.



Una mañana triste andando por esos montes galaicos. Un café en La Posada del Peregrino, en el Alto de Poio, y seguir entre la niebla procurando no perderse en algún desvío.


Con el paso de las horas las nubes quedan altas y bajando de Filloval ya vemos Triacastela al fondo.




Llegando a Triacastela decido no caminar más pues la noche pasada apenas pude pegar ojo. Dormiré dentro del pequeño albergue de la Xunta de Galicia, y mis compañeros, que llegarán horas más tarde lo harán en las tiendas de campaña del ejército.


Tras una buena siesta y un café en O Peregrino paso la tarde en compañía de un matrimonio estadounidense, haciendo fotos por la villa. Les encantó especialmente el cementerio, muy diferente al del lugar de donde ellos provenían.
Para cenar decido darme un homenaje en un buen restaurante donde coincido con unos matrimonios brasileños. Podrían dormir en el mejor hotel de la villa pero... prefieren el ambiente hospitalero. Les pincho un poco con el tema del coche de apoyo, de alquiler, que utilizan para cargar con sus pertenencias, pero no mucho que a estas alturas uno ya ha visto de todo. Y me convidan a chupitos, uno tras otro. Marché para el albergue abrazado a un par de ellos, bailando samba o no sé qué...


Nuevo cambio en el tiempo y le dio por hacer calor, y mucha humedad. Turismo por Galicia, me marcho a conocer el Monasterio de Samos. El camino hasta allí es delicioso, lo he repetido años después, y el lugar es muy interesante.



El albergue, San Julián de Samos, es uno de los más decepcionantes de todo el Camino de Santiago, de pena, al lado de una gasolinera y entra el olor por todas partes.
Tengo suerte de llegar de los primeros pues está casi todo reservado, me cuenta el hospitalero, por un grupo de alemanes.
¡Que llegan en autocar! Descargan las maletas y se meten al albergue, yo alucino en colores ayudando al hospitalero en sus labores de mantenimiento. ¿Y dónde van a dormir los que vienen andando?
Jalicia Canibal
Entro al monasterio y una agradable sorpresa: el jardinero es leonés y accede a charlar un rato conmigo. Contando anécdotas de cuando se quemó el monasterio y de antes incluso.
De personajes célebres que por allí pernoctaron.


Incluso entro a la misa del peregrino para ver el templo por dentro, y después me voy a buscar un sitio donde cenar que me espera otra noche de "ronquidos germánicos"
Ni los rinocerontes...


Al día siguiente, me las prometía muy felices caminando en compañía de un asturiano y sus dos perros, comenzaron problemas inexperados.


Me adelanté al de los perros y en algún cruce me despisté. Y para mayor inri me comenzó a doler un pie a base de bien. Y no era cuestión de ampollas, ¿fascitis plantar? algo de eso.


Conseguí salir a algún camino y me encontré con un grupo de chavales, haciendo la goma fui tras ellos hasta llegar a Sarria.
Sello la credencial en la parroquia de Santa Marina pero evito el albergue de la Xunta. Me voy al hotel Alfonso IX, que necesito cuidados intensivos.
Después de una buena siesta el dolor en la pierna no cede y me voy hasta la estación de Renfe a enterarme del primer tren que me lleve de vuelta a León y... ¡sorpresa!
Me encuentro con el Jefe de la Estación de León, que es de Sarria y está allí de vacaciones. ¿Cómo que vas a dejar El Camino aquí?
¡De eso nada!, comida de tarro, y bla, bla, bla, más comida de tarro y unas cervezas después me ha convencido de que siga hasta Santiago.


En el Hotel Alfonso IX se portaron conmigo maravillosamente. Incluso me cobraron una tarifa especial, muy reducida, por mi condición de peregrino. Y repuesto de mis dolencias me pongo a caminar al día siguiente. Parando en un bar de Morgade me encuentro con un peregrino catalán con el que ya he andado días anteriores.



Pasamos por Ferreiros bajo un calabobos persistente, pero casi se agradece tras el calor del día anterior.



Y al fín tenemos a la vista Puertomarín. Sello la credencial en la iglesia de San Juan pero excuso dormir en el albergue de la Xunta. Me quedaré en un piso de un señor que tiene un restaurante, donde se come de lujo, no recuerdo su nombre. Tarde plácida tras una buena siesta y después estaré dando palique con los compañeros que han llegado al albergue; algunos se han tenido que buscar, como yo, un piso donde pernoctar. 
Recuperar fuerzas que nos quedan unas etapas muy movidas. Cuánto ha cambiado todo esto; ahora hay albergues privados, estupendos, y ya es dificil tener problemas de encontrar cama.
Pero es que esto era el Jacobeo 99. Por eso al ver la película Tres en El Camino se me escapaba alguna lagrimita.
Otro día pondré más fotos.

Camino de Santiago, Jacobeo 1999, quinta parte.

 


Continuo con mi relato, sucinto, del Jacobeo 1999. Nos despiertan a las seis de la mañana en el refugio Gaucelmo con cantos gregorianos, ¡a todo trapo! Un café y salimos a caminar en plena noche oscura, por la carretera, como los topos pasamos por Foncebadón sin ver un pimiento. Está nublado y hace frío, pero con las primeras luces ya estamos llegando a la Cruz de Ferro.

Que, por cierto, no es el punto más alto del Camino de Santiago, ese lugar se encuentra en un monte pasado Manjarín. Donde están las antenas del ejército español.


Subiendo al mayo con unos pilgrims estadounidenses, a echar allí una piedra mas felices que el conejo de la suerte. Y solo se me ocurre contarles que el origen de ese montón de piedras es muy diferente a lo que les han contado en Rabanal. Tirar una Piedra al Meco, ¿y eso?

Los maragatos de siglos pasados obligaban a los gallegos que pasaban por este puerto, y más si eran de Ourense y Pontevedra, a Tirar una Piedra al Meco, (en La Meca tiran la piedra a un pozo, aquí, tierra cristiana, tenían que tirarla al Mayo con una cruz en lo alto) Para demostrar que a pesar de su pinta de bereberes no eran moros de confesión. O sino los mozos de Foncebadon y Rabanal les corrían a cantazos de vuelta al Bierzo.

No lo pasaron a creer, así pues excusé contarles a qué obligaban a las chicas gallegas que por allí pasaban. 😈 Los Pedro Mato de aquellos tiempos tenían un sentido del humor muy peculiar.




A continuación paramos en Manjarín y entramos a conocer el Refugio de Tomás el Templario. NON NOBIS.
No estaba aquel día y eran un par de chicos los que se encargan del chamizo. Pasando más frío que en Groenlandia. Al no estar Tomás tuve que ser yo el que camino del Bierzo les fuera relatando cosas de la historia medieval española y las órdenes de caballería.


Después de un largo tramo de carretera, bajo la lluvia, encontramos el desvío para bajar a derecho hacia El Acebo de San Miguel. Algo caliente nos vendría bien a todos.




Al fin llegamos a Acebo, el albergue parroquial Apóstol Santiago estaba cerrado y no pudimos sellar allí la credencial.
Pero si estaba abierto el bar El Acebo, ahora Albergue y Mesón estupendos, y allí me despedí de los norteamericanos, muy majos y dicharacheros, asustados con mis cuentos sobre trasgos y otras criaturas mitológicas de la zona. Un gran bocadillo y una jarra de vino era lo que necesitaba este peregrino. 
Y secar la ropa chubasquera.




Continuo Camino, ahora en compañía de unos brasileños hacia Riego de Ambrós; donde me abandonan, están machacados y han pasado dos malas noches, Aprovecharan para descansar y secarse en un alojamiento del pueblo. No recuerdo si ya funcionaba el albergue.






Me alcanza el grupo de españoles, ¡y un brasileño! con los que voy coincidiendo desde Hospital de Órbigo y con ellos bajo hasta Molinaseca. Ha parado de llover y luce un sol espléndido, ¿qué hacemos?


Pues que nos quedamos en el estupendo albergue municipal San Roque, a disfrutar de la villa y dormir la siesta y salir a cenar y ... que el hospitalero, Alfredo, (que años mas tarde montaría un hotelazo en una finca casi enfrente) nos tuvo que buscar por los bares de la orilla del río, y subirnos a la furgoneta que usaba para el reparto, y llevarnos como pendejos de vuelta al refugio. Pasadas las doce de la noche.
Menos mal que llevó la furgoneta pues sino alguno no hubiera llegado andando. 
Cada vez que he parado en Molinaseca he buscado a Alfredo para charlar con él. En especial de una postal que le envió un tal... ¿Don Benito? Y que luego dijo que no lo hizo. 
Que descanse en paz el alemán.


Madrugón y solo paro en Ponferrada a tomar un breve desayuno y hacer alguna foto al castillo, del Conde de Lemos. Que ya vale de templarios, jolina.



En Camponaraya me acoplo a una pareja formada por un irlandés y un bretón. El camino entre viñedos nos parece ¡fabuloso! Y al llegar a Cacabelos paramos a ver cómo descargan pimientos en La Moncloa de San Lázaro.
Les convenzo para que entren a ver cómo los asan y los empleados nos sorprenden con un desayuno peregrino, ¡que convida el legionario!
Yo me pedí un pimiento asado y un par de vinazos, de los de Prada a Tope, de su terroir en Canedo. El bretón alucinaba en colores...


Feria de La Quinta Angustia en Cacabelos.
Y la mangué como Amancio.
¿Pues no se me ocurre más que pedir una tabla de pulpo y jarra de vino? ¡Con esa solana!


La cuesta de Pieros se me hizo calvario y llegar a Villafranca del Bierzo salvación. 
Paré en el albergue municipal, atendido por una encantadora empleada del ayuntamiento, echo polvo, pero ¡echo polvo!
Con una buena cena en El Padrino al día siguiente ya había recuperado fuerzas.


Ya había estado en alguna ocasión en Villafranca del Bierzo pero de esta me quedó tan buen recuerdo que he vuelto muchas veces, y seguramente volveré. Un lugar con un encanto muy especial.


Con un solazo impresionante nos vamos para Galicia en amor y compañía peregrina.


Estaban construyendo la Autovía de Galicia y las obras impresionaban bastante. Por cierto, alguno de estos puentes se ha derrumbado en fechas pasadas.


Subida a La Faba, por un camino de tierra y piedras, que la verdad que se agradece después de tanta carretera.


Y un rato después ya estoy en el mojón de Galicia. Por entonces no lo habían pintarrajeado. Ya solo queda una tirada hasta llegar al destino del día.


El Cebrero, me fui a derecho al albergue de la Xunta y estaba todavía cerrado. El hospitalero estaba comiendo en el Mesón O Cebreiro y comí a su lado, comentandole que había dejado mi mochila en la puerta.
 Al lado de otras ¿Pero si nadie me ha adelantado subiendo? ¿De quienes son esas mochilas?
Me explica que esas mochilas las había dejado Jato, el del Ave Fenix, que como hace el reparto del pan se gana unos duros subiendo pertenencias peregrinas hasta el albergue. Que ya estoy en Jalicia Canival y que me olvide de todo lo que he que conocido como Camino de Santiago. Que me olvide... que me tome unos chupitos de caña, de café o de hierbas, de lo que sea...
Qué pillo Jato, ¡y qué gran persona!


Cuando regreso al albergue tengo que darle la razón al hospitalero, delante de mi ya han entrado más de sesenta personas. ¿Y eso?
Han llegado en autocares, y siguen llegando.
El ejército ha instalado tiendas de campaña al lado del albergue, allí dormirán casi todos mis compañeros peregrinos pues el albergue se llenó enseguida de turistas.
Aquella noche llovió como solo llueve en Galicia e hizo tanto frío que el hospitalero tuvo que pedirme ayuda para encender la calefacción, que no tiraba ni pa dios.
Hubo gente que durmió en la cocina, sobre las mesas, tirados en el sofá, venían ateridos de las tiendas de campaña. ¡Qué les ibas a decir!
¡Jalicia Canibal! ¡Fai un sol de carayo...!
Y venga a diluviar toda la noche... Aquí no duerme ni el Tato...
Otro día continuaré con el relato.

Intangible

Intangible Cambios en el planeta natural. Amores luminosos, cariñitos pasajeros, que pasan por este mundo viajeros, peregrinos de Lo Inta...