En el año 2015 me decidí
a publicar una serie de historias bajo el título genérico de
Cuentos de la Reina Arpía. En principio iban a ser de tono
historicista, pero enseguida marché por la ciencia ficción y la
distopía.
El primero de los relatos:
Historia de un talento comienza con una antiquísima historia,
un padre da un talento de oro a cada hijo para que organicen su
propia vida, por su cuenta.
El protagonista, el hijo
menor, utilizará ese talento para viajar por el Mediterráneo, Mare
Nostrum, y llegará a conseguir grandes cantidades de dinero
triunfando en la capital del Imperio, Amor. Nunca un talento dio para
tanto.
El final es inexperado y
no se lo cuento.
Los subrays llamaron a la
puerta de comisaría con un hongo yesquero en la mano, ¿y eso a qué
viene? Un gran hongo, que estaba adherido a un árbol, atravesado por
el disparo de un calibre de caza mayor; con lo dificil, casi
imposible, que está encontrar munición de ese tipo en nuestro
tiempo.
Así comenzaría la
epopeya, muy distópica eso sí, de Samur Pan, Cazador de
Comancheros, al servicio de las chicas de Casa Dana. Las diablas
azules (¡Pueden atravesar las paredes, oiga)
El caso del hongo
asesinado, primero, y Adán callaba como un puta son dos
aventuras extraordinarias en un mundo que se desmorona, literalmente
se está... hundiendo, y el policía más jodido, sicológicamente
deshecho, del hundido estado español deberá encontrar a los culpables de un
delito de lesa humanidad. El cometido contra Dara y sus chicas de
alterne.
Sigue la pista de la pasta
y darás con ellos. Pero en un mundo donde el dinero, incluso su
concepto mismo, está desapareciendo será dificil, ¿no? Es igual,
tu busca entre los ricos, sigue habiendo ricos y pobres ¿no?
En otro par de relatos
aparecen seres de otros mundos; en Metamorfos insólitos visitan
nuestros hangares, están a punto de provocar una terrible y
debastadora guerra atómica, y también a punto de morirse ellos mismos,
pero de risa.
¡Qué cabritos! En el
relato El niño que tenía una serpiente en la cabeza, ¡se
llevan a un crío hacia su planeta! Bien que el muy capullo, el que
fuera niño no es eximente, les dio permiso para subirle a la nave
espacial.
Es que yo entendí ¡SÍ!
No, decían: ¡Ya!
Ponian el dedo para
arriba, para indicar que todo iba bien, sí.
No, te indicaban que si
querías ir con ellos ¡arriba! A las estrellas, si naces mas bobo
sales calabacín.
Mira quien habla, y
escribe. Lukito y las cuentas, es un cuento inspirado en
leyendas vascas que escuché, algo similar, tomando chatos por
Vitoria. Va por ti, celemín.
Irá por tí, Celedón.
En otra entrada más Cuentos de la
Reina Arpía.