Continúo mi peregrinar por viejas diapositivas escaneadas y tras una noche diluvial partimos con la primera claridad hacia el Alto de San Roque. La lluvia nos acompaña a ratos, y sobretodo el viento.
Un compañero me hace la típica foto al pie de la estatua de San Roque. Años después unos vándalos rompieron el bordón y me parece que no se ha podido recuperar la parte superior.
Una mañana triste andando por esos montes galaicos. Un café en La Posada del Peregrino, en el Alto de Poio, y seguir entre la niebla procurando no perderse en algún desvío.
Con el paso de las horas las nubes quedan altas y bajando de Filloval ya vemos Triacastela al fondo.
Llegando a Triacastela decido no caminar más pues la noche pasada apenas pude pegar ojo. Dormiré dentro del pequeño albergue de la Xunta de Galicia, y mis compañeros, que llegarán horas más tarde lo harán en las tiendas de campaña del ejército.
Tras una buena siesta y un café en O Peregrino paso la tarde en compañía de un matrimonio estadounidense, haciendo fotos por la villa. Les encantó especialmente el cementerio, muy diferente al del lugar de donde ellos provenían.
Para cenar decido darme un homenaje en un buen restaurante donde coincido con unos matrimonios brasileños. Podrían dormir en el mejor hotel de la villa pero... prefieren el ambiente hospitalero. Les pincho un poco con el tema del coche de apoyo, de alquiler, que utilizan para cargar con sus pertenencias, pero no mucho que a estas alturas uno ya ha visto de todo. Y me convidan a chupitos, uno tras otro. Marché para el albergue abrazado a un par de ellos, bailando samba o no sé qué...
Nuevo cambio en el tiempo y le dio por hacer calor, y mucha humedad. Turismo por Galicia, me marcho a conocer el Monasterio de Samos. El camino hasta allí es delicioso, lo he repetido años después, y el lugar es muy interesante.
El albergue, San Julián de Samos, es uno de los más decepcionantes de todo el Camino de Santiago, de pena, al lado de una gasolinera y entra el olor por todas partes.
Tengo suerte de llegar de los primeros pues está casi todo reservado, me cuenta el hospitalero, por un grupo de alemanes.
¡Que llegan en autocar! Descargan las maletas y se meten al albergue, yo alucino en colores ayudando al hospitalero en sus labores de mantenimiento. ¿Y dónde van a dormir los que vienen andando?
Jalicia Canibal
Entro al monasterio y una agradable sorpresa: el jardinero es leonés y accede a charlar un rato conmigo. Contando anécdotas de cuando se quemó el monasterio y de antes incluso.
De personajes célebres que por allí pernoctaron.
Incluso entro a la misa del peregrino para ver el templo por dentro, y después me voy a buscar un sitio donde cenar que me espera otra noche de "ronquidos germánicos"
Ni los rinocerontes...
Al día siguiente, me las prometía muy felices caminando en compañía de un asturiano y sus dos perros, comenzaron problemas inexperados.
Me adelanté al de los perros y en algún cruce me despisté. Y para mayor inri me comenzó a doler un pie a base de bien. Y no era cuestión de ampollas, ¿fascitis plantar? algo de eso.
Conseguí salir a algún camino y me encontré con un grupo de chavales, haciendo la goma fui tras ellos hasta llegar a Sarria.
Sello la credencial en la parroquia de Santa Marina pero evito el albergue de la Xunta. Me voy al hotel Alfonso IX, que necesito cuidados intensivos.
Después de una buena siesta el dolor en la pierna no cede y me voy hasta la estación de Renfe a enterarme del primer tren que me lleve de vuelta a León y... ¡sorpresa!
Me encuentro con el Jefe de la Estación de León, que es de Sarria y está allí de vacaciones. ¿Cómo que vas a dejar El Camino aquí?
¡De eso nada!, comida de tarro, y bla, bla, bla, más comida de tarro y unas cervezas después me ha convencido de que siga hasta Santiago.
En el Hotel Alfonso IX se portaron conmigo maravillosamente. Incluso me cobraron una tarifa especial, muy reducida, por mi condición de peregrino. Y repuesto de mis dolencias me pongo a caminar al día siguiente. Parando en un bar de Morgade me encuentro con un peregrino catalán con el que ya he andado días anteriores.

Pasamos por Ferreiros bajo un calabobos persistente, pero casi se agradece tras el calor del día anterior.
Y al fín tenemos a la vista Puertomarín. Sello la credencial en la iglesia de San Juan pero excuso dormir en el albergue de la Xunta. Me quedaré en un piso de un señor que tiene un restaurante, donde se come de lujo, no recuerdo su nombre. Tarde plácida tras una buena siesta y después estaré dando palique con los compañeros que han llegado al albergue; algunos se han tenido que buscar, como yo, un piso donde pernoctar.
Recuperar fuerzas que nos quedan unas etapas muy movidas. Cuánto ha cambiado todo esto; ahora hay albergues privados, estupendos, y ya es dificil tener problemas de encontrar cama.
Pero es que esto era el Jacobeo 99. Por eso al ver la película Tres en El Camino se me escapaba alguna lagrimita.
Otro día pondré más fotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario