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A los vagos, con admiración


A los vagos, con admiración


Oda a la vagancia y alabanza del quietismo.

En el No Hacer hay una gran virtud escondida: comprender diáfanamente que el planeta seguirá girando y el tiempo pasando aunque tú no te muevas.

Los budas hindúes descubieron la meditación zen hace milenios y los campesinos españoles el sestear no muchos siglos después. No es lo mismo pero se aproxima. ¿Quién no echa una cabezada en su sillón en nuestros días? La postura exterior no es tan importante.



Si hay que moverse, pelear incluso, pues se va pero... ¿ir pa´na?

El agua que nace impetuosa en una fuente de la montaña alcanza su plenitud al parar en un lago, aunque sea artificial; en ese estado de quietud se irá cargando de energía y podrá ascender. Subir al cielo, aunque sea gota a gota.

Benditos, para mí, los cachazudos, los que se lo toman todo con calma, que reposan por cualquier causa o sin venir a cuento.



Somos seres húmedos y nuestro agua, tiempo, interior nos pide parar y reposar diariamente.

Quietud, para poder ascender, aunque solo sea mentalmente.

El Quietismo Español, tan ferozmente perseguido por los inquisidores vaticanos esconde una gran verdad del Alma Española.



Si hay aventura seremos los primeros, como en dar la vuelta al mundo, pero tener que ir, a donde sea, pero... ir pa´na... Es mejor confiar en Dios y realizar la acción precisa, correcta, mínima, sin apuros.



Tú no me des sombra o me mandes alguna, y llámame vago que de antiguo es sabido que en este mundo, reflejo de un universo de locos, lo que con una mano ganas con la otra desperdicias.

Ahora, que soy un jubilado, si me dicen que tengo que producir, escucha vecino: echo una manta en el suelo y me pongo a... dormir.




Completa inmersión


Completa inmersión


Hola amigos, yo sigo persistiendo en lo veraz ya que otros andan en lo mendaz.

Piense en la lengua como martillo y las palabras le serán puntas, es un viejo refrán español. Hay que saber clavarlas.

Melancolía otoñal y pimientos rellenos, lo uno por lo otro.

En las tabernas del barrio ponen música de mi infancia; me recuerdo con flequillo y pantalones cortos. Aquellos otoños cuando marchaban las abubillas y nosotros cazábamos ranas y lagartos; una carne muy blanca, por cierto.



Me crie mirando a los ojos de los bárbaros, de frente y con el tirador preparado para disparar.

Viví la Matriz 3D en visión de inmersión completa. Ahora los chicos tienen la Matrix de los teléfonos para disfrutar; pero, no sé, no me parece que sea lo mismo, y los chicos tampoco por más que estén bien civilizados, y medicados.



Nunca sabrán lo que es llevarse una bronca monumental de tu madre por haberme subido a un moral a llenar un cesto... Yo llegué a casa tan ufano pero, ¡horror! Hay manchas de mora en tu camisa. Ya está echando mano a las zapatillas...

A la carrera a buscar unas moras verdes.



Mi madre era cinturón negro de kárate con zapatillas, sí.

Mi primer maestro zen fue el profe de la escuela, la clase unitaria, con su larga regla de madera.

Andaba yo bien derecho al salir de clase, en más ocasiones de las deseadas. Sí.

Otro día les contaré de cuando yo era un cadete de la O.J.E., y de los fines de semana en plan supervivencia que hacíamos en la montaña leonesa.

¡No podíamos llevar nada comestible en la mochila!

Una vez nos comimos unos...


Intangible

Intangible Cambios en el planeta natural. Amores luminosos, cariñitos pasajeros, que pasan por este mundo viajeros, peregrinos de Lo Inta...