Continuo con mi relato, sucinto, del Jacobeo 1999. Nos despiertan a las seis de la mañana en el refugio Gaucelmo con cantos gregorianos, ¡a todo trapo! Un café y salimos a caminar en plena noche oscura, por la carretera, como los topos pasamos por Foncebadón sin ver un pimiento. Está nublado y hace frío, pero con las primeras luces ya estamos llegando a la Cruz de Ferro.
Que, por cierto, no es el punto más alto del Camino de Santiago, ese lugar se encuentra en un monte pasado Manjarín. Donde están las antenas del ejército español.
Subiendo al mayo con unos pilgrims estadounidenses, a echar allí una piedra mas felices que el conejo de la suerte. Y solo se me ocurre contarles que el origen de ese montón de piedras es muy diferente a lo que les han contado en Rabanal. Tirar una Piedra al Meco, ¿y eso?
Los maragatos de siglos pasados obligaban a los gallegos que pasaban por este puerto, y más si eran de Ourense y Pontevedra, a Tirar una Piedra al Meco, (en La Meca tiran la piedra a un pozo, aquí, tierra cristiana, tenían que tirarla al Mayo con una cruz en lo alto) Para demostrar que a pesar de su pinta de bereberes no eran moros de confesión. O sino los mozos de Foncebadon y Rabanal les corrían a cantazos de vuelta al Bierzo.
No lo pasaron a creer, así pues excusé contarles a qué obligaban a las chicas gallegas que por allí pasaban. 😈 Los Pedro Mato de aquellos tiempos tenían un sentido del humor muy peculiar.
A continuación paramos en Manjarín y entramos a conocer el Refugio de Tomás el Templario. NON NOBIS.
No estaba aquel día y eran un par de chicos los que se encargan del chamizo. Pasando más frío que en Groenlandia. Al no estar Tomás tuve que ser yo el que camino del Bierzo les fuera relatando cosas de la historia medieval española y las órdenes de caballería.
Después de un largo tramo de carretera, bajo la lluvia, encontramos el desvío para bajar a derecho hacia El Acebo de San Miguel. Algo caliente nos vendría bien a todos.
Al fin llegamos a Acebo, el albergue parroquial Apóstol Santiago estaba cerrado y no pudimos sellar allí la credencial.
Pero si estaba abierto el bar El Acebo, ahora Albergue y Mesón estupendos, y allí me despedí de los norteamericanos, muy majos y dicharacheros, asustados con mis cuentos sobre trasgos y otras criaturas mitológicas de la zona. Un gran bocadillo y una jarra de vino era lo que necesitaba este peregrino.
Y secar la ropa chubasquera.
Continuo Camino, ahora en compañía de unos brasileños hacia Riego de Ambrós; donde me abandonan, están machacados y han pasado dos malas noches, Aprovecharan para descansar y secarse en un alojamiento del pueblo. No recuerdo si ya funcionaba el albergue.
Me alcanza el grupo de españoles, ¡y un brasileño! con los que voy coincidiendo desde Hospital de Órbigo y con ellos bajo hasta Molinaseca. Ha parado de llover y luce un sol espléndido, ¿qué hacemos?
Pues que nos quedamos en el estupendo albergue municipal San Roque, a disfrutar de la villa y dormir la siesta y salir a cenar y ... que el hospitalero, Alfredo, (que años mas tarde montaría un hotelazo en una finca casi enfrente) nos tuvo que buscar por los bares de la orilla del río, y subirnos a la furgoneta que usaba para el reparto, y llevarnos como pendejos de vuelta al refugio. Pasadas las doce de la noche.
Menos mal que llevó la furgoneta pues sino alguno no hubiera llegado andando.
Cada vez que he parado en Molinaseca he buscado a Alfredo para charlar con él. En especial de una postal que le envió un tal... ¿Don Benito? Y que luego dijo que no lo hizo.
Que descanse en paz el alemán.
Madrugón y solo paro en Ponferrada a tomar un breve desayuno y hacer alguna foto al castillo, del Conde de Lemos. Que ya vale de templarios, jolina.
En Camponaraya me acoplo a una pareja formada por un irlandés y un bretón. El camino entre viñedos nos parece ¡fabuloso! Y al llegar a Cacabelos paramos a ver cómo descargan pimientos en La Moncloa de San Lázaro.
Les convenzo para que entren a ver cómo los asan y los empleados nos sorprenden con un desayuno peregrino, ¡que convida el legionario!
Yo me pedí un pimiento asado y un par de vinazos, de los de Prada a Tope, de su terroir en Canedo. El bretón alucinaba en colores...
Feria de La Quinta Angustia en Cacabelos.
Y la mangué como Amancio.
¿Pues no se me ocurre más que pedir una tabla de pulpo y jarra de vino? ¡Con esa solana!
La cuesta de Pieros se me hizo calvario y llegar a Villafranca del Bierzo salvación.
Paré en el albergue municipal, atendido por una encantadora empleada del ayuntamiento, echo polvo, pero ¡echo polvo!
Con una buena cena en El Padrino al día siguiente ya había recuperado fuerzas.
Ya había estado en alguna ocasión en Villafranca del Bierzo pero de esta me quedó tan buen recuerdo que he vuelto muchas veces, y seguramente volveré. Un lugar con un encanto muy especial.
Con un solazo impresionante nos vamos para Galicia en amor y compañía peregrina.
Estaban construyendo la Autovía de Galicia y las obras impresionaban bastante. Por cierto, alguno de estos puentes se ha derrumbado en fechas pasadas.
Subida a La Faba, por un camino de tierra y piedras, que la verdad que se agradece después de tanta carretera.
Y un rato después ya estoy en el mojón de Galicia. Por entonces no lo habían pintarrajeado. Ya solo queda una tirada hasta llegar al destino del día.
El Cebrero, me fui a derecho al albergue de la Xunta y estaba todavía cerrado. El hospitalero estaba comiendo en el Mesón O Cebreiro y comí a su lado, comentandole que había dejado mi mochila en la puerta.
Al lado de otras ¿Pero si nadie me ha adelantado subiendo? ¿De quienes son esas mochilas?
Me explica que esas mochilas las había dejado Jato, el del Ave Fenix, que como hace el reparto del pan se gana unos duros subiendo pertenencias peregrinas hasta el albergue. Que ya estoy en Jalicia Canival y que me olvide de todo lo que he que conocido como Camino de Santiago. Que me olvide... que me tome unos chupitos de caña, de café o de hierbas, de lo que sea...
Qué pillo Jato, ¡y qué gran persona!
Cuando regreso al albergue tengo que darle la razón al hospitalero, delante de mi ya han entrado más de sesenta personas. ¿Y eso?
Han llegado en autocares, y siguen llegando.
El ejército ha instalado tiendas de campaña al lado del albergue, allí dormirán casi todos mis compañeros peregrinos pues el albergue se llenó enseguida de turistas.
Aquella noche llovió como solo llueve en Galicia e hizo tanto frío que el hospitalero tuvo que pedirme ayuda para encender la calefacción, que no tiraba ni pa dios.
Hubo gente que durmió en la cocina, sobre las mesas, tirados en el sofá, venían ateridos de las tiendas de campaña. ¡Qué les ibas a decir!
¡Jalicia Canibal! ¡Fai un sol de carayo...!
Y venga a diluviar toda la noche... Aquí no duerme ni el Tato...
Otro día continuaré con el relato.