Continuo con el relato de aquel Camino de Santiago del año 2.009. Era un 29 de noviembre y amaneció nublado y con las montañas cercanas ya nevadas. A caminar.
Subimos a Cirueña y después bajamos a Santo Domingo de la Calzada. Curiosamente el tiempo se apiadó de los peregrinos, despejó y salió el sol.
Un vecino de la villa me hizo esta foto e indicó un mesón donde bien yantar, que me notaba cara de hambre...
Ya bien comido y mejor servido continuo caminando otro poco más, toca subir a Grañón.
Paso ya atardeciendo por la nueva Cruz de los Valientes. Por cierto ya la han cambiado de sitio y han puesto un banco para sentarse a su lado. Era el año 2009.
En Grañón busqué refugio en el albergue parroquial San Juan Bautista donde ya estaban mis compañeros, el suizo, francocanadiense, holandés y coreano.
El hospitalero voluntario, muy voluntarioso, nos ofrendó una frugal cena, muy frugal, como de alondra... ¿Y wifi? ¿No hay wifi? Yo me tiraba por el suelo con el amarillo.
Para no dejar en mal lugar la gastronomía castellana me llevé al amarillo y al naranjito al cercano Bar del Sindicato, a ver el fútbol con los jubilados, y a tomar unas rondas de algo que no puede faltar en la gastronomía castellana, ¿verdad?
Chupitos de aguardiente de hierbas. Pagamos un par de rondas cada uno mirando a la tele y para la piltra. ¿Cuántas son tres por dos? El caso es que no quedaba nada en la botella.
Por cierto: se duerme tirado en el suelo, y no recuerdo si había colchonetas o algo. El caso es que con los chupitos ni nos enteramos del frío que hacía en aquel palomar y caimos como troncos.
A la mañana siguiente me equivoqué al salir de Grañón y en vez de tomar la senda que va hacia Castildelgado marché hacia Quintana. Equivocando al suizo y el bombero parlanchín que me seguían.
En Quintana nos encaminaron bien hacia Viloria de Rioja. El señor Acacio estaba en la puerta de su refugio, que lo tenía cerrado y no podíamos entrar a verlo. Y que siguieramos caminando que daban muy mal tiempo.
En Villamayor paramos en la puerta del restaurante de León, que estaba cerrado al ser lúnes, pero al menos comimos algo resguardados de la nevisca. De allí bajamos a Belorado donde tuvimos la gran suerte de encontrar abierto el restaurante Etoile, y comer muy bien. Después piti, piti, piti, y sin levantar la cabeza hasta el siguiente pueblo.
Llegamos a Villafranca Montes de Oca justo antes del anochecer. Una chica nos abrió el albergue municipal e indicó una curiosa tienda de comestibles donde poder adquirir algo para cenar y desayunar al día siguiente. Tras cenar, no quiero recordar qué cosa les preparé a los compañeros, y como no paraba de nevar me llevé a los compañeros de colores al bar El Pájaro a disfrutar de la... gastronomía castellana.
Y venga a nevar. Pero, bueno, bueno, bueno, que yo soy de León, mañana se verá que nunca nevó que no escampó.
Más fotos en otra ocasión
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