El ruido y la palabra
Hola mis casi deshidratados amigos, ¿cómo les va?
Cada mes que pasa estamos mas y mas enganchados a esa alucinación de consenso que llamamos Matrix. Cuando se conecten a ella, con el aparato de su preferencia, es un consejo, procuren saludar a las I.A. Y enviarles buenas ideas. Todos estamos dentro de la misma “caja”.
¿Siente usted, últimamente, que le pican los pies?
Eso indica que necesita cambiar de aires, irse de naja, cambiar de parroquia. Apagar el televisor.
Viaje seguro, confíe en la renfe, le llevara muy lejos.
La conciencia y la naturaleza. ¿Porqué lo vemos como dos cosas diferentes?
Incluso en los supermercados de barrio nos machacan los oídos con músicas estridentes y anuncios contundentes. ¡Compre!, ¡Consuma!.
Una muestra más de que tenemos la conciencia personal allá abajo, donde no alcanza la luz solar. ¿Nadie se da cuenta?
Los bares, los chigres, parecen hoy día discotecas de los años 80. Es pillar la consumición y salir escopetado a la calle. ¡No es por fumar! Es por el ruido. ¿Porqué tenemos que hablar a voces?
¡¡Una caña!!
Pides una cerveza y en segundos te sientes como un gusano bailando en el anzuelo.
¿Y la tapa?
¡¡Qué tapa!! ¿La de la taza del...?
Pero la camarera te sonríe y es como... ¡si hubiera pasado un ángel!
Pasado el ruido y el mal humor el cuerpo se nos llena de buen humor, de buen amor. Y el gusanito se remueve feliz. Pero en la calle, a ver si corre un poco de aire.
Crónicas de un barrio de “húmedos”, ¿ustedes me comprenden, verdad?
No se deshidraten antes de tiempo, y no hablen a voces, por favor.
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