Papones y peluqueras
Hola amigos. ¿Qué tal andamos?
Se acercan unas fechas muy especiales, La Semana Santa, y todos los años me encuentro con turistas que me hacen la misma pregunta: ¿porqué los penitentes de esta ciudad, León, van siempre con la cabeza cubierta por un capuchón?
Bien, intentaré dar una contestación que sirva para los de aquí y los de Valparaiso, Chile.
Fue algo que me ocurrió, hace unos años, en la ciudad de Santander. Llevaba días andando El Camino de Santiago por la Costa y decidí dejarlo allí y volver a casa. Busqué un hotelito donde asearme, ducharme, afeitarme, bien, pero... ¡tenía unas greñas!
Buscar una peluquería deprisa y corriendo antes de que cerraran. Encontré una “academia”, llena de mujeres con sus niños y pregunté al “master”. Sí, tendría que esperar mi turno pero me arreglarían la cabeza.
Después de media hora angustiosa ya me había hecho fiel seguidor del rey Herodes.
Pero todo le llega al que sabe esperar; finalmente quedó una silla libre y me invitaron a sentarme, ¡bien! Al fin.
De mis largos cabellos se ocupó la chica que barría los pelos del local. Claro, al ser varón no iba a ser el “master” quien se ocupara de mi persona.
¿Cortar la cabeza?
No, solo reperfilar mi cabellera.
No sé qué entendió la sardinera pero el caso es que me dejaría hecho unos zorros.
Yo adopté de entrada una actitud estólida, casi de monje zen.
No tenía ni pajolera idea la muchacha de cómo usar las tijeras y el peine. Tras muchos pinchazos y tirones de pelo se dio por satisfecha. El “master” se acercó para recortarme las patillas y ala, a pasar por caja.
Salí totalmente perdida la cabeza de aquel local y no era capaz de orientarme. Menos mal que un policía municipal se apiadó de mi estado calamitoso y me indicó hacia mi restaurante favorito.
Llegué llorando, como les cuento, al mesón Los Arcos pero la camarera enseguida se hizo cargo de mi penitente persona. Incluso me ofreció una gorra para la cabeza, ¡sí!.
No gracias, me aguantaré el mal trago.
Era una gorra del Racing de Santander y yo soy de La Cultu.
No quería yo tocar fondo aquella noche y con la pitanza me recompuse un poco.
De camino al hotel paré en un local a tomar un algo, un chis-pum. Había un grupo de turistas inglesas, (o eran de Casiopea) no recuerdo, el caso es que les caí en gracia con mi aspecto, y a un trago le siguió otro y otro, y así hasta la melopea. Estábamos en la calle Calderón de la Barca, y como la vida es sueño...
Me acompañaron hasta la puerta del hotel (y no recuerdo si incluso me acostaron)
Al día siguiente busqué transporte para León, y no me quité la capucha del chubasquero hasta llegar a casa.
Así que ya sabe usted el porqué los papones de León van con la cabeza cubierta: para que no se vea el destrozo que les habrán hecho las peluqueras.
Hasta la próxima, amigos. Y no os paséis tomando limonadas.
La próxima vez antes de salir de viaje vete a una peluquería como dios manda y paga un precio de un profesional . Que en las academias están las chicas aprendiendo y no se las puede criticar. Todavía no son profesionales
ResponderEliminarPor cierto soy Inma la peluquera
ResponderEliminarGracias por tus comentarios Inma. Ya cuento que fue una "operación de urgencia", y no trato de ofender a nadie. Tú bien me conoces. Por eso no he dicho nada de las "Paponas", que eso nos llevaría a una discusión muy... muy larga.
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