La Autopista de la Eternidad, de Clifford D. Simak

 


La Autopista de la Eternidad, de Clifford D. Simak


El gran maestro de la ciencia ficción Clifford D. Simak nos asombró, allá por el año 1986, con otra de sus prodigiosas novelas: La Autopista de la Eternidad.

Corcorán, uno de los protagonistas, descubre que en su hotel hay una suite ¡invisible!, y en ella ha desaparecido uno de sus clientes. Así pues llama a su amigo Tom Boone, el tipo que “dobla las esquinas” para que investigue el asunto.

El tipo, Tom, ata fragmentos de información serpenteante logrando ideas que desafían todo pensamiento en línea recta. Intuye instantáneamente.

Pero se tendrá que enfrentar a misteriosas desapariciones. Hay problemas: anomalías direccionales en un lugar secreto de las vías temporales: Hopking Acre.

Allí está Harry, un “muchacho” que puede cambiar de una densidad pesada a otra más sutil y así ¡atravesar las paredes! Esto hace que a las gentes de los pueblos cercanos les parezca un fantasma.

La pareja de yankis, Boone y Corcoran, han ido a parar a una finca rustica de la campiña inglesa del siglo XVIII que vive inmersa en una ¡burbuja temporal!.

Esta gente se oculta de unos seres llamados Los Infinitos, que constantemente les invitaban a pasar de ser seres carnales a puramente mentales... así que huyeron al pasado.

Cuando Tom Boone intenta, por el ataque de un robot monstruoso, escapar fuera del tiempo lineal en el que viven se encuentra con un ¿lugar?, donde una intensa niebla le impide ver más allá de sus manos.

Hace otro salto temporal y va a parar a la Norteamérica anterior a la llegada de los seres humanos, y se verá acompañado por un monstruo telépata en aquellas inmensas soledades. Lo rechaza.

Aparecen nuevos protagonistas: El Lobo y El Sombrero.

Suceden, una tras otra, aventuras que desafían nuestra idea del tiempo y el espacio.

Encuentran a un anciano explorador que tan solo habla con las piedras y los árboles; los humanos le aburren...

Corcoran por su parte tiene también su aventura espacio-temporal y, por supuesto, decide no aceptar los cantos de sirena de la I. A. que después de intentar asesinarle se le ofrece como consejera.

Salta también al tiempo-espacio al albur de la casualidad.

Dando saltos y más saltos Boone y El Lobo, un lobo auténtico, prehistórico, van a parar a La Autopista de la Eternidad.



Otra maravillosa historia de Simak con un final a la vez feliz e inquietante.

¿Llegará alguna I. A. a fundar un nuevo culto, religión, en el futuro cercano?


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