Año 2000, Camino de Santiago, Parte I
Recuerdos fotográficos de un recorrido por el Camino de Santiago que realicé en el verano del año 2000.
Fui en tren hasta Bayona, y después hasta San Juan Pie de Puerto. Tocaba subir desde la estación hasta la villa a tomar algo y sellar la credencial.
Elegí la Ruta de Napoleón, me pareció más montañera y no me equivoqué. Son más de mil metros de desnivel.
Pasando por Mendi Alaz. Ya comienza la subida.
Subes a las praderas de Huntto o Honto. Y más se empina la carretera.
En Arbola Azpian se encuentra la mesa de orientación. Bonitas vistas de un soleado día del mes de julio.
Más arriba se encuentra la bonita imagen de Nuestra Señora de Biacorre.
Seguimos subiendo por la carretera, había senderín al margen, hacia la frontera. En una curva pudimos ver un grupo de buitres dándose el festín con una vaca muerta.
Quedaba la subida al Collado Lepoeder y el Puerto de Cize donde paramos a comer algo.
Poco, pues se nos vino encima una tormenta, con granizo incluído, y bajamos a la carrera por los pinares buscando refugio en la Colegiata de Roncesvalles.
Sellada la credencial continué andando hasta Auritz o Burgete. Me alojé en una casa rural que me habían recomendado unos montañeros navarros. Luisenea de nombre, muy majos, y que me indicaron donde cenar aquella tarde.
Burgete es un pueblo muy majo y se come muy bien. Y de menú.
A la mañana siguiente, entre la bruma, siguiente etapa; a ver hasta dónde llegaba.
Primera parada en Espinal.
Y después en Guerendiain. Después queda una bonita tirada hacia el Alto de Erro.
Paré lo justo para sellar y tomar algo en Zubiri y continué caminando. Es valle abajo, pero un auténtico rompe piernas.
Mi idea era parar en Larrasoaña, pero hacía tan buen día, un domingo, que pasé de largo y seguí caminando.
Zuriain y el Torreón de Irotz.
Después de parar un poco en un merendero seguí de paseo hasta llegar a La Trinidad de Arre.
Entré a sellar la credencial y ¡vaya por Dios! El cura no me dejó continuar la marcha, no llegaría a Pamplona hasta la noche y que me quedara en su albergue.
Un marista champagnat que había estado dando clases en el colegio de Valdelamora, en León. Mi barrio de niño. Así que me quedé a pasar la tarde con él y ayudando con los peregrinos.
Me indicó un sitio estupendo para cenar en Villava, una peña gastronómica, y que iba de parte suya.
En fin, al día siguiente bajé hasta Pamplona casi a la carrera y apenas sellar la credencial llamé por teléfono a casa.
Cambio de planes, bajar a la estación y tomar el primer tren que pasara para Legión.
Fin de la primera parte.
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