El párrafo que viene a continuación lo escribí en el otoño de 2019, primero en uno de mis blogs y después publicado en Dracón y El Abarrón. Han pasado más de tres años y sigo pensando lo mismo, son reflexiones recurrentes.
Los chemtrails
Existen varios tipos de chemtrails pero los básicos son de tres tipos: el primer tipo son los gases que despiden los motores a reacción, normalmente son vapor de agua y dióxido de carbono más algunos residuos de los motores por falta de mantenimiento, que forman unas estelas que se evaporan en cuestión de minutos.
Existe un segundo tipo de rastro vaporoso que no tiene nada que ver con los de los aviones comerciales ni por las avionetas fumigadoras, son rastros de pasadas, en ocasiones formando una red bien visible, y lo que sueltan son productos tóxicos y ¿virus extraños? El caso es que en esa zona a los pocos días la población se ve yendo a la carrera al médico y después a la farmacia para adquirir el último producto farmacéutico.
Y un tercer tipo me permito reseñar: son chemtrails que suelen ser muy extensos en amplitud y no solo en longitud, pueden mantenerse durante horas, y suelen aparecer en verano; bien, este tercer tipo no los forman gente de este mundo.
No le den más vueltas al asunto, hay mucha buena gente en esta galaxia y les conmueve vernos tan incapaces, inútiles, en la lucha contra la desertificación de nuestro mundo. Preferimos gastarnos el dinero en formar o mantener repúblicas bananeras y completamente irrelevantes, y a finales de octubre estamos prácticamente en verano en España.
Tan solo añadiría el peligro actual que presentan las grandes torres de telecomunicaciones. Finales de 2022.
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