Romanticismo y libertad


Romanticismo y libertad


Hola amigos, una nueva charla frugal.

¿Existe el Amor Libre?

Pues claro que sí; lo otro es esclavitud y bajas pasiones, emociones que duran minutos, horas, tal vez días si la impresión fue fuerte; es el arrabio, la escoria, del verdadero Amor.

Seguimos escarbando en los muradales, buscando bellas flores en los fangales, y las más de las veces lo que encontramos son llamazares; que son unas flores tóxicas incluso para las vacas.

Amor, amar, es la última verdad.



En cuanto la captas y la aceptas la Belleza se acerca y te adorna; la Virtud florece en ti y pasas entonces de la borregada que aun está al pasto y la cañada.

Fluyes, te dejas fluir, en un río universal de seres amorosos donde rozas con beldades y sabios (alguno bastante pendejo, por cierto) y tu espíritu brilla entusiasta de un lugar a otro.

Si siguen ustedes a las cagalitas de cordero, o las noticias de cada día, se perderán este fluir alado entre las nubes, ¡y más allá!

Si consigue usted alcanzar ese fluir olvídese entonces de dimensiones y densidades, de tiempos relativos, hay multitud de ellos, y de territorios por explorar.

Sea usted Amor y ame, ¿el vehículo? Ya buscará usted en cada caso y mundo relativo el que le venga mejor.



No teniendo usted será, será algo imparable, no habrá pared ni muralla que le retenga. Atravesará ríos y montañas, sin más.

Será usted Libertad inesperada, inspiradora, y creará cosas, una tras otra, increíblemente bellas.

¿No me cree?

Entonces allá usted; a mí me encanta el yogur y el queso de leche de oveja, pero balar...¡no balo!

¿Bailamos?


El caracol en la pendiente, de los hermanos Strugatski

 


El caracol en la pendiente, de los hermanos Strugatski


Una extraña novela de Anatoli y Boris Strugatski que culminaron el año 1968 pero no publicaron hasta el 1988. Un poco antes de que echaran abajo el Muro de Berlín.

Un relato prodigioso de la vida en la Taiga Siberiana, tal vez cerca de los Montes Altái, allá por los años 50, en los procelosos tiempos de la Unión Soviética.

Tenemos a un personaje: Perets, que vive en “la parte real” del asunto. Una estación de investigación, y él pertenece a La Administración que custodia e investiga El Bosque.

(Él sueña con conocer El Bosque, por dentro)

El otro protagonista: Kandid, vive en El Bosque desde que tuvo un accidente y se quedó en su interior. Vive en “la parte imaginaria”, con sus extraños habitantes pero constantemente desea volver a La Ciudad, que es como llaman al pueblo de los investigadores.

El problema es que... perdió la cabeza en el accidente; está mejor Callado. Vive en una aldea, que recibe visitas de muertos casi a diario, pero en sus alrededores salen setas sabrosas que les sirven de alimento. A los muertos no, a los Otros.

La vida en El Bosque es rocambolesca. Allí van a parar los fallecidos en guerras y purgas variadas que realiza La Administración. Se colmatan lagunas y cañaverales con tantas ánimas como llegan de las civilizadas ciudades.

¿Y qué importa? Tan solo hay que conseguir La Serenidad suficiente para alcanzar La Fusión en aras de mantener La Posesión. ¿No queda kéfir en esta casa?



Una de las novelas más quijotesca que he leído en mi vida. La obra de un par de genios de la literatura mundial.

Cuando Perets tiene que marchar de La Estación porque ha caducado su visa, en un camión, resulta que le apartan al conductor y al transporte le quitan las ruedas. Una sale rodando y la tienen que perseguir por las calles no mate a alguien. No recuerdo si lo consiguió.

No le queda otra a Perets que jugar al ajedrez con el gerente de La Administración... pero... de repente... todos los operarios reciben... La Llamada.

Perets no la puede escuchar y obedecer, no tiene teléfono propio, ni tampoco los mecánicos del taller de vehículos...

¡Habían cortado los cables telefónicos!

Para no escuchar las broncas de sus jefes.


Ojalá hubieran sido así mis compañeros del Depósito de Tracción cuando en el año 2021 nos hicieron a nosotros... La Llamada. Y se marcharon a hacer cola.

En fin, cada día amanece, que no es poco.

¡Ah!, y a mí también me encanta … el kéfir, sin hielo ni nada.


Alimentación amigable


Alimentación amigable


Hola amigos, unos consejos culinarios les paso hoy. Por cambiar de tema, aparentemente.

De todos nosotros son bien conocidos los alimentos que crecen bajo tierra pero son bastante ignoradas sus propiedades. A mí me encantan las zanahorias pero hay muchos más tubérculos como las patatas, mandioca, jengibre, ¡el ajo y la cebolla! Estupendos si tiene problemas estomacales o intestinales.

Hay más: cebolletas, rábano; en fin unos cuantos productos de la tierra que siempre sientan bien en cualquier tiempo y circunstancia.



¿Y qué podemos decir del arroz? Y sus muchas recetas en la cocina tradicional española.

Para mí la Gastronomía es la madre de todas las ciencias humanas y los cambios a mejor deberían comenzar por ella: hacia una Ciencia con Conciencia.

Conciencia de que consumimos seres vivos que matamos para alimentarnos. Y eso no es algo estrictamente necesario; pero tampoco vamos a echar solo patatas en la olla...



No les hablo de seguir ningún -ismo. No me gustan las sectas y sus aproximaciones.

Me parece mejor un irse dándose cuenta progresivamente; esto me sienta bien, esto otro no.

Llevo años proclamando las virtudes de beber agua solarizada, expuesta a la luz solar un buen rato. Y nadie me ha dicho jamás que le sienta mal. Con esto de hoy voy por el mismo Camino; incluyan en su dieta alimentos que crezcan bajo tierra, todos los que puedan, y ya me contarán.

¿Qué les puedo contar sobre el ginseng y sus propiedades medicinales?

Y no nos olvidemos de las trufas, el que se las pueda pagar, por supuesto.


Otra mirada al Camino de Santiago

Una mirada nostálgica al Camino de Santiago mediante un fotomontaje musical, lo hacemos caminando; en verano por millares en invierno cuatro...