Ciudadano del espacio es una colección de doce relatos del estupendo escritor estadounidense Robert Sheckley publicada en el año 1955. Yo tengo una edición en español que es del año 1977. Los años cincuenta, cuando la ciencia ficción comenzó a tomar vuelo y se lanzó a la conquista de las estrellas, estos relatos son pequeñas joyas que reunidas forman un extraordinario collar.
Con La montaña sin nombre, ¡zasca! la primera en la frente. Retrata a la perfección el capitalismo materialista del beneficio a cualquier costo. Un planeta lejano, una civilización sin metales recibe la llegada de una empresa que tiene el encargo de "urbanizar" ese mundo con un buen presupuesto y plazo de entrega. Y se ponen manos a la obra destrozando todo lo que pillan por delante.
Pero... los chamanes se reúnen y comienzan a cantar. Risas, muchas risas, en los colonizadores. Pero... les esperan una serie de desastres impensables.
Con El contador, descacharrante, nos encontramos con un matrimonio de magos al que les sale un hijo... contador. Tendrán que recurrir al mas poderoso de los satanes, a ver si le quita esas ideas de la cabeza. ¡Pero si al chico le gustan las matemáticas!
En Caza difícil tenemos a unos muchachos que están de campamento, haciendo ejercicios de supervivencia en la montaña. Uno de ellos recibe el encargo de traer de vuelta de su cacería la piel de un par de "entrometidos" extraterrestres que andan escarbando piedras preciosas por allí cerca. ¿Se dejarán la piel en el empeño?
Un ladrón en el tiempo muestra a un tipo que inventará, años más tarde, una máquina para viajar corporalmente en el tiempo y recibe la visita del que será, con el tiempo, su socio que viene a reclamarle lo que le ha robado. ¿Cómo? ¿Si la máquina del tiempo es algo que ni se le ha pasado por la cabeza?
El caso es que comenzará a viajar por aquí y por allá, y conocerá a un encanto con cabellos dorados y... Ya les digo: un clásico.
A No tocar no se le pueden poner pegas. Un viajero estelar, de una raza muy avanzada y cuya regla básica es no matarás, y le intentan robar la nave un par de malosos mañosos, terrícolas por supuesto. ¿Se dejarán la piel en el empeño? Casi, casi...
Algo a cambio de nada, otro descacharrante relato en el que un tipo encuentra en su dormitorio la versión futurista de la Lámpara de Aladino. Tú pide por esa boquita corazón, que eres un Clase A. Terminará por pedirse un palacio en un país tropical, con 122 bailarinas, una cuadra de caballos pura sangre, ¡y muchas cosas más! Todo va estupendamente hasta que un día se le presenta en la finca un tipo que viene a cobrar, que todo lo que pidió lo hizo a crédito, y este se le ha agotado. Pues nada, habrá que picar un poco. ¡122 bailarinas! ¿En qué pensaba este hombre!
Con Un pasaje a Tranai nos chafa la ilusión de viajar a un planeta lejano, casi virginal, con una sociedad utópica, a primera vista, las chicas son de ensueño... Y a Tranai que se fue en cuanto se pudo. Típico caso de individuo que no entiende a las mujeres, ni de este mundo ni de los demás. Y claro, lo pagará muy caro. De vuelta a América, ya repuesto de los dolores de cabeza, se hará socio principal, muy activo, de La Liga Pro-Anulación del voto femenino. Su última batalla se dará en las montañas de la costa este.
En La Batalla nos presenta el Armagedón, con toda crudeza, en vivo y directo por todos los canales de televisión. Las fuerzas del mal al ataque, ¿está todo perdido? Al final aparecerá Él, ¡sí, Él! para llevarse a los vencedores a Su Seno. Estupefactos nos quedamos al verlo por las pantallas.
Para más inri nos regala el brillante relato titulado Autorización para delinquir, que va de una lejana colonia terrestre que lleva unos 200 años sin comunicación con La Tierra. Cosas de guerras atómicas y otras nimiedades. Y un día reciben el aviso de que les llegará una embajada terrícola, ¡tendrán que civilizarse deprisa y corriendo! Construyendo lo mejor que sepan una escuela, una iglesia, un ayuntamiento, una comisaría con cárcel y todo. ¿Y eso último para qué es? Para meter en ella a los delincuentes. ¡Pero si nunca ha habido ni tan siquiera un hurto en la colonia! Pues tendrá que haber un criminal por lo menos, o mejor aún: un asesino. Tenemos que demostrar que somos humanos perfectamente civilizados. ¡Ya te digo!
Ciudadano del espacio, que da título a la colección va de un tipo que huye del planeta y de sus guerras, frías y calientes, al espacio profundo. Aún no se ha alejado mucho y descubre en la bodega a una chati escondida dentro de un saco de patatas. ¿Y eso? Descacharrante. Resultará ser una espía del gobierno que se ha colado en la nave para descubrir su destino e intenciones. Por el camino irán encontrando a más gente que se subirá a su nave o bajará después al mundo desconocido. Y... ¡qué casualidad, hombre! Resulta que todos son espías del gobierno.
Para finalizar el relato corto titulado Preguntas ingenuas, de unos tipos que encuentran al Contestador. Algo dejado por una civilización super-avanzada y desconocida. Tiene las respuestas para todo, conoce todo, pero todo de todo. ¿Dónde está el problema? Que tan solo responde a preguntas válidas.
Dos de sus novelas fueron llevadas al cine: La víctima número 10, por Elio Petri, y El Precio del Peligro, por Yves Boisset.
Para la colección de mis lecturas favoritas.
Jo, qué guapa doña Ursula Andress, y también Elsa Martinelli.